Evaluar una interfaz es el proceso
por el que se determina el valor o la calidad de la misma en relación a unos
objetivos marcados. Por lo tanto, no es sólo el medir dicha calidad, sino que
requiere de cierto componente crítico ya que con la evaluación se pretende
alimentar el proceso de mejora continua de la interfaz de cara a conseguir que
esta sea lo más “usable” posible: el objetivo básico de la evaluación es
Conseguir el grado máximo de
usabilidad.
Un método de evaluación es aquel
procedimiento en el que se recogen datos relevantes sobre la operatibilidad y
usabilidad de un sistema. La evaluación puede ayudar a la interfaz a ser
usable, y debe tenerse en cuenta que los aspectos detectados en la interfaz no
sólo van a mejorar esta interfaz sino el producto en su conjunto.
.
En este sentido, el mayor problema en
la evaluación es que, evidentemente, la perfección no existe, ya que incluso
después de múltiples tests realizados con numerosas y complejas metodologías y
ayudándose de numerosos expertos, diseñadores y usuarios el éxito no está
asegurado.
Asimismo, debe tenerse claro lo que
se va a evaluar: no es lo mismo valorar una interfaz que algunos de sus
elementos, como por ejemplo:
- La navegación por el sistema,
incidiendo en la velocidad de interacción entre el usuario y la interfaz.
- El diseño de las pantallas,
remarcando cuestiones relativas a su claridad, usabilidad y consistencia.
- La efectividad de los sistemas de
ayuda y de los mensajes de error.
Una vez se tenga claro lo que se
pretende evaluar, las razones para llevar a cabo el proceso pueden resumirse en
las siguientes:
- Conocer el mundo real donde la
interfaz va a funcionar. Saber cómo los usuarios la utilizarán o cómo mejorar
los procesos de funcionamiento es particularmente importante a la hora de tener
en cuenta los requisitos del producto y de testearlo en función de las
necesidades reales de los destinatarios. El cambio tecnológico no es excusa
para el desconocimiento de las necesidades de los usuarios, ya que éstas no cambian
con tanta rapidez.
- Comparar ideas. Saber qué diseño o
idea es la que mejor acogida puede tener es primordial para no “perder el
tiempo” elaborando aspectos de la interfaz que luego no van a tener ninguna
acogida o que no sean necesarios.
- Dar un objetivo claro al desarrollo
de la interfaz. Los desarrolladores deben tener un objetivo a alcanzar cuando
están elaborando un producto. Este objetivo debe ser medible y dirigido hacia
la adecuación de la interfaz a sus usuarios.
- Cotejar la interfaz con unos
estándares. Conocer estas reglas puede ahorrar mucho tiempo y problemas:
siempre es necesario adentrarse en la interfaz para ver si cumple algunos
requisitos mínimos, especificados previamente.
El surgimiento de los tests de
usabilidad a partir de la década de los 80 es un indicador del cambio hacia la
atención de las necesidades del usuario final.
Tradicionalmente, los desarrolladores
de proyectos decían que los tests de usabilidad eran una buena idea, pero que
las presiones de tiempo o las limitaciones de recursos los hacían imposibles.
Una vez que los procesos de evaluación han mostrado sus posibilidades de éxito,
los directivos han empezado a demandar expertos evaluadores y a pensar en
disponer de tests de usabilidad en la programación de un proyecto; ya que el
ánimo verdadero de los tests es mejorar el diseño: los conceptos “ergonomía” y
“economía” entendido éste en un sentido amplio- se unen.
Así, hace unos años, era una buena
idea realizar un test de “usabilidad” para desmarcar unas interfaces de otras,
pero hoy en día, en un mundo donde se habla de la necesidad y valor de la
usabilidad, el descuidar la evaluación puede llevar a problemas graves: fallar
en la evaluación del producto puede significar no contactar con el público
deseado o, incluso, no disponer de un plan adecuado de atención al usuario.
Es evidente que sin saber qué
es necesario mejorar de la interfaz, ésta no puede ser mejorada adecuadamente.
Es decir, sin evaluación, una interfaz refleja las intenciones de un equipo
desarrollador, pero estas intenciones podrán ser rechazadas por el grupo de
usuarios: la evaluación no sólo sirve para mejorar la interfaz a nivel de
código, sino para conseguir aceptación. Un sistema o proceso de evaluación será
útil y válido en relación a su capacidad de identificar problemas, y sus
posibles soluciones, de una interfaz.
.
La evaluación siempre es necesaria,
aunque se tenga poco tiempo y se considere que es un proceso que requiere
demasiados recursos. El plan de evaluación debe ir acorde a la etapa de diseño
en la que se encuentre la interfaz. Se debe evaluar siempre y de forma
continua. El evaluar supone ahorrar recursos y da objetivos al
desarrollo.
Por todas estas razones los
desarrolladores de una interfaz tienen presente que la meta principal de toda
evaluación la mejora de su producto y deben romper con las normas de
funcionamiento de facto que expone Rubin.
- Durante la fase de desarrollo de la
interfaz el énfasis se produce sobre el sistema, no sobre el usuario final. Los
desarrolladores no deben centrarse en su propio producto; deben reconocer que
la interfaz va a ser utilizada por unos usuarios que trabajan en un contexto
determinado: conocer a los usuarios, las tareas que desarrollan y dónde las
realizan es vital.
No puede presuponerse que el usuario
va a adaptarse a la interfaz.
- La evolución de los desarrollos de
los productos no es tan rápida como los cambios en las tendencias de los usuarios.
Hoy en día, el acceso a las herramientas se ha extendido sobremanera por lo que
el público potencial de las interfaces es mucho mayor. Muchos usuarios no
tienen el mismo nivel técnico que los desarrolladores y no tienen por qué ser
especialmente pacientes con un sistema que no les es sencillo de
utilizar.
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