sábado, 31 de mayo de 2014

4.5 Evaluación de Interfaz de Usuario

Evaluar una interfaz es el proceso por el que se determina el valor o la calidad de la misma en relación a unos objetivos marcados. Por lo tanto, no es sólo el medir dicha calidad, sino que requiere de cierto componente crítico ya que con la evaluación se pretende alimentar el proceso de mejora continua de la interfaz de cara a conseguir que esta sea lo más “usable” posible: el objetivo básico de la evaluación es 
Conseguir el grado máximo de usabilidad. 


Un método de evaluación es aquel procedimiento en el que se recogen datos relevantes sobre la operatibilidad y usabilidad de un sistema. La evaluación puede ayudar a la interfaz a ser usable, y debe tenerse en cuenta que los aspectos detectados en la interfaz no sólo van a mejorar esta interfaz sino el producto en su conjunto.


En este sentido, el mayor problema en la evaluación es que, evidentemente, la perfección no existe, ya que incluso después de múltiples tests realizados con numerosas y complejas metodologías y ayudándose de numerosos expertos, diseñadores y usuarios el éxito no está asegurado. 

Asimismo, debe tenerse claro lo que se va a evaluar: no es lo mismo valorar una interfaz que algunos de sus elementos, como por ejemplo: 

- La navegación por el sistema, incidiendo en la velocidad de interacción entre el usuario y la interfaz. 
- El diseño de las pantallas, remarcando cuestiones relativas a su claridad, usabilidad y consistencia. 
- La efectividad de los sistemas de ayuda y de los mensajes de error. 


Una vez se tenga claro lo que se pretende evaluar, las razones para llevar a cabo el proceso pueden resumirse en las siguientes: 
- Conocer el mundo real donde la interfaz va a funcionar. Saber cómo los usuarios la utilizarán o cómo mejorar los procesos de funcionamiento es particularmente importante a la hora de tener en cuenta los requisitos del producto y de testearlo en función de las necesidades reales de los destinatarios. El cambio tecnológico no es excusa para el desconocimiento de las necesidades de los usuarios, ya que éstas no cambian con tanta rapidez. 
- Comparar ideas. Saber qué diseño o idea es la que mejor acogida puede tener es primordial para no “perder el tiempo” elaborando aspectos de la interfaz que luego no van a tener ninguna acogida o que no sean necesarios. 
- Dar un objetivo claro al desarrollo de la interfaz. Los desarrolladores deben tener un objetivo a alcanzar cuando están elaborando un producto. Este objetivo debe ser medible y dirigido hacia la adecuación de la interfaz a sus usuarios. 
- Cotejar la interfaz con unos estándares. Conocer estas reglas puede ahorrar mucho tiempo y problemas: siempre es necesario adentrarse en la interfaz para ver si cumple algunos requisitos mínimos, especificados previamente. 
El surgimiento de los tests de usabilidad a partir de la década de los 80 es un indicador del cambio hacia la atención de las necesidades del usuario final. 
Tradicionalmente, los desarrolladores de proyectos decían que los tests de usabilidad eran una buena idea, pero que las presiones de tiempo o las limitaciones de recursos los hacían imposibles. Una vez que los procesos de evaluación han mostrado sus posibilidades de éxito, los directivos han empezado a demandar expertos evaluadores y a pensar en disponer de tests de usabilidad en la programación de un proyecto; ya que el ánimo verdadero de los tests es mejorar el diseño: los conceptos “ergonomía” y “economía” entendido éste en un sentido amplio- se unen. 
Así, hace unos años, era una buena idea realizar un test de “usabilidad” para desmarcar unas interfaces de otras, pero hoy en día, en un mundo donde se habla de la necesidad y valor de la usabilidad, el descuidar la evaluación puede llevar a problemas graves: fallar en la evaluación del producto puede significar no contactar con el público deseado o, incluso, no disponer de un plan adecuado de atención al usuario.

 Es evidente que sin saber qué es necesario mejorar de la interfaz, ésta no puede ser mejorada adecuadamente. Es decir, sin evaluación, una interfaz refleja las intenciones de un equipo desarrollador, pero estas intenciones podrán ser rechazadas por el grupo de usuarios: la evaluación no sólo sirve para mejorar la interfaz a nivel de código, sino para conseguir aceptación. Un sistema o proceso de evaluación será útil y válido en relación a su capacidad de identificar problemas, y sus posibles soluciones, de una interfaz.
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La evaluación siempre es necesaria, aunque se tenga poco tiempo y se considere que es un proceso que requiere demasiados recursos. El plan de evaluación debe ir acorde a la etapa de diseño en la que se encuentre la interfaz. Se debe evaluar siempre y de forma continua. El evaluar supone ahorrar recursos y da objetivos al 
desarrollo. 

Por todas estas razones los desarrolladores de una interfaz tienen presente que la meta principal de toda evaluación la mejora de su producto y deben romper con las normas de funcionamiento de facto que expone Rubin.

- Durante la fase de desarrollo de la interfaz el énfasis se produce sobre el sistema, no sobre el usuario final. Los desarrolladores no deben centrarse en su propio producto; deben reconocer que la interfaz va a ser utilizada por unos usuarios que trabajan en un contexto determinado: conocer a los usuarios, las tareas que desarrollan y dónde las realizan es vital.

No puede presuponerse que el usuario va a adaptarse a la interfaz. 
- La evolución de los desarrollos de los productos no es tan rápida como los cambios en las tendencias de los usuarios. Hoy en día, el acceso a las herramientas se ha extendido sobremanera por lo que el público potencial de las interfaces es mucho mayor. Muchos usuarios no tienen el mismo nivel técnico que los desarrolladores y no tienen por qué ser especialmente pacientes con un sistema que no les es sencillo de utilizar. 







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